domingo, 2 de febrero de 2014

#43

He leído en tu mirada,
el paisaje
que devuelve
viento
a la quietud
de nuestras bocas;
y un antojo,
como piel de manzana
que invita
al primer mordisco.
[La Juventud…

Con lozano empeño
me pongo a la faena,
empezando a renovar
los estantes de mi pecho,
y a deshacerme de todo
lo caduco,
a regalar mi pasado
a quien nunca lo tuvo:

Toma este velero,
que aún su botella
conserva el olor del mar,
renace]

Ocupo cada repisa
con latidos amarillos
y una mesa de caricias
a la que regresar
hambrientos.

He leído en tu mirada
una sonrisa,
y yo,
te dibujo la mía
junto a los frutos rojos
de primavera,
con un poema.

Castidad

El piensa
que todo empieza, cuando acaricia una cintura
en el vaho del cristal, con la punta del silencio.

Cuando escucha un gemido que no es suyo
el último día gris, que guarda en el armario.

Cuando cumple con el amor para endurecer su alma,
como un soldado que goza matando sombras
y llora al pensar que puede morir sin su armadura.

Cree que empieza cuando nace un muerto
y al fin, la penitente carcajada
tras el trueno en los muelles de su cama
y el hambre de su boca en los pliegues de una colcha,
sin mancha de carmines ni cabellos.

Que solo amanece, cuando respira el olor
de la tierra preñada por su volátil esperma
y ha de regresar sin los riesgos del infarto
avivando pulsaciones en la savia yerma.

El no sabe que todo acaba… si,
por seguir vivo, sin la intuición, la intención,
de que el amor exista fuera del abrigo de su mano,
y no conozca, ese invisible fantasma
con hábitos de sacristía y alzacuellos.