Nómadas del azúcar y la sal;
tripas cerradas a cal y canto
que buscan un nuevo siglo
donde mendigar la carroña,
de los hombres buenos.
Irán al desencuentro
de todo aquello que descansa,
en lo inmóvil.
No pisarán los cementerios
de neuronas invidentes,
y sesgadas a guillotina.
Ni sabrán de realidades
envueltas con lazos azules,
y en retráctiles racimos.
Pero allí,
donde algún doliente cosmos
se acurruque, allí mismo,
descansarán ellos.
Son trashumantes,
mean, se alivian y comen al fresco,
impúdicos para las miradas pías.
Siempre fueron,
para los bobos de la rutina,
-Clasificados X-
alevosos y diurnos.
Su cátedra es tan miserable
como la de una pupila tuerta
que se cree visionaria.
Cercenan el duelo a tu lado
con su boca de cordura,
y viven del entierro
de tus miedos.
Se conforman,
con el salitre vacío
del fondo de tu copa,
y nunca habrá un abandono
en mi trono para pobres,
al raso de tu cocina.
tripas cerradas a cal y canto
que buscan un nuevo siglo
donde mendigar la carroña,
de los hombres buenos.
Irán al desencuentro
de todo aquello que descansa,
en lo inmóvil.
No pisarán los cementerios
de neuronas invidentes,
y sesgadas a guillotina.
Ni sabrán de realidades
envueltas con lazos azules,
y en retráctiles racimos.
Pero allí,
donde algún doliente cosmos
se acurruque, allí mismo,
descansarán ellos.
Son trashumantes,
mean, se alivian y comen al fresco,
impúdicos para las miradas pías.
Siempre fueron,
para los bobos de la rutina,
-Clasificados X-
alevosos y diurnos.
Su cátedra es tan miserable
como la de una pupila tuerta
que se cree visionaria.
Cercenan el duelo a tu lado
con su boca de cordura,
y viven del entierro
de tus miedos.
Se conforman,
con el salitre vacío
del fondo de tu copa,
y nunca habrá un abandono
en mi trono para pobres,
al raso de tu cocina.