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Me llamas barroco
si me encadeno a tu cintura,
con palabras.
En la espera de la piel,
ayuno,
espero,
me extingo y rezo.
No te burles
de la torpeza de mi voz,
y de mi mano equivocada
si buscando tu textura
se tropieza,
dominada en un botón
de tu sonrisa.
Me miras en los nudos
y los deslías con un beso,
tan certero y humano
como el tacto de tus labios.
Ahora callas
y me pide tu mirada
que no deje de ser,
jamás,
un barroco enamorado
que desate mis cordones
en los mares de tu atlas.