Nunca olvido:
Le conocí siendo carnaza en un anzuelo,
tan inocente en su reclamo a lo cercano.
Resignado corazón atrapado en una fauce
y buscando en la rendija de colmillos,
las líneas hermanas de azabache,
los límites de tu brazo y de mi cuerpo.
Me has convocado para ser cirujano
y vaciar mi boca en sus espejos,
para coserle de nuevo y devolverle
a la batalla inventada por los dioses
para ostentar siempre la victoria
sobre sus hijos más bellos.
Se desvaneció cuando bebía en los desvanes
con los codos afirmados a una cama,
intentado pegar suspiros en un álbum
repleto de anónimos semblantes.
Me has convocado para ser el testigo,
después de afinarle las tripas
a todos los relojes,
para dar fé de las heridas
de los despojos de diamantes.
Relucientes restos
que nunca tallaron las manos artesanas.
Y ahora que está dormido,
mientras le acuno entre los dedos,
no deja de admirarme, la infinita belleza
de tu ángel caído.
Le conocí siendo carnaza en un anzuelo,
tan inocente en su reclamo a lo cercano.
Resignado corazón atrapado en una fauce
y buscando en la rendija de colmillos,
las líneas hermanas de azabache,
los límites de tu brazo y de mi cuerpo.
Me has convocado para ser cirujano
y vaciar mi boca en sus espejos,
para coserle de nuevo y devolverle
a la batalla inventada por los dioses
para ostentar siempre la victoria
sobre sus hijos más bellos.
Se desvaneció cuando bebía en los desvanes
con los codos afirmados a una cama,
intentado pegar suspiros en un álbum
repleto de anónimos semblantes.
Me has convocado para ser el testigo,
después de afinarle las tripas
a todos los relojes,
para dar fé de las heridas
de los despojos de diamantes.
Relucientes restos
que nunca tallaron las manos artesanas.
Y ahora que está dormido,
mientras le acuno entre los dedos,
no deja de admirarme, la infinita belleza
de tu ángel caído.