Espero que este adviento despeje la niebla,
al refugio de la silla que aún conserva tu textura
de los días templados.
Que la dominical lluvia vierta su penitencia
y me condene a rezarte cada día,
a apaciguar tus pies cansados,
a remar mientras duermes,
y a apagar tu luna para velarte
bajo el candil de mis estrellas.
Que me secuestre el invierno
si no evito la muralla entre coraza y silencio
y no comulgue a diario, sentado en la sacristía
de tu sonrisa.
Foto de :Saul Landell
viernes, 25 de noviembre de 2011
lunes, 21 de noviembre de 2011
Irremediables distancias
Admitamos el yugo de la orfandad,
y permitamos que la mar se frene en tus pulmones,
que no libere tempestades en mis manos inquietas.
Tres milímetros más en este juego de halcones
y se encharcarán de vértigo mis zapatos
en el delta extremo y llano
donde siembras ascuas con figuras marinas.
La locura no se escapa de mi cercado, ya lo sabes,
pero crece en tus frutales, en cuya genealogía
nadie alcanzó raíces, ni supo blasfemar
al otoñal silencio, la caída de sus hojas.
Me has encontrado
y mis pétalos se ven libres de la nieve,
en una espiral con el sabor de iniciáticas almendras
y hallas, sin vanidades,
la humanas formas de mi ocaso.
Rezumas el hedor de la savia indomable,
y de todos los torsos heridos por el látigo.
No se ha de juntar el maná
con nuestras táctiles voracidades;
- Pongo en tus manos el secreto de mi boca,
mi lluvia de letargos, la única voz que nadie escucha,
mi cuerpo entero y mi esquiva esperanza.
Nuestra locura, pende de este hilo que sostiene
a la débil mirada de dos bocas.
y permitamos que la mar se frene en tus pulmones,
que no libere tempestades en mis manos inquietas.
Tres milímetros más en este juego de halcones
y se encharcarán de vértigo mis zapatos
en el delta extremo y llano
donde siembras ascuas con figuras marinas.
La locura no se escapa de mi cercado, ya lo sabes,
pero crece en tus frutales, en cuya genealogía
nadie alcanzó raíces, ni supo blasfemar
al otoñal silencio, la caída de sus hojas.
Me has encontrado
y mis pétalos se ven libres de la nieve,
en una espiral con el sabor de iniciáticas almendras
y hallas, sin vanidades,
la humanas formas de mi ocaso.
Rezumas el hedor de la savia indomable,
y de todos los torsos heridos por el látigo.
No se ha de juntar el maná
con nuestras táctiles voracidades;
- Pongo en tus manos el secreto de mi boca,
mi lluvia de letargos, la única voz que nadie escucha,
mi cuerpo entero y mi esquiva esperanza.
Nuestra locura, pende de este hilo que sostiene
a la débil mirada de dos bocas.
martes, 15 de noviembre de 2011
Tránsito del desarraigo
Nómadas del azúcar y la sal;
tripas cerradas a cal y canto
que buscan un nuevo siglo
donde mendigar la carroña,
de los hombres buenos.
Irán al desencuentro
de todo aquello que descansa,
en lo inmóvil.
No pisarán los cementerios
de neuronas invidentes,
y sesgadas a guillotina.
Ni sabrán de realidades
envueltas con lazos azules,
y en retráctiles racimos.
Pero allí,
donde algún doliente cosmos
se acurruque, allí mismo,
descansarán ellos.
Son trashumantes,
mean, se alivian y comen al fresco,
impúdicos para las miradas pías.
Siempre fueron,
para los bobos de la rutina,
-Clasificados X-
alevosos y diurnos.
Su cátedra es tan miserable
como la de una pupila tuerta
que se cree visionaria.
Cercenan el duelo a tu lado
con su boca de cordura,
y viven del entierro
de tus miedos.
Se conforman,
con el salitre vacío
del fondo de tu copa,
y nunca habrá un abandono
en mi trono para pobres,
al raso de tu cocina.
tripas cerradas a cal y canto
que buscan un nuevo siglo
donde mendigar la carroña,
de los hombres buenos.
Irán al desencuentro
de todo aquello que descansa,
en lo inmóvil.
No pisarán los cementerios
de neuronas invidentes,
y sesgadas a guillotina.
Ni sabrán de realidades
envueltas con lazos azules,
y en retráctiles racimos.
Pero allí,
donde algún doliente cosmos
se acurruque, allí mismo,
descansarán ellos.
Son trashumantes,
mean, se alivian y comen al fresco,
impúdicos para las miradas pías.
Siempre fueron,
para los bobos de la rutina,
-Clasificados X-
alevosos y diurnos.
Su cátedra es tan miserable
como la de una pupila tuerta
que se cree visionaria.
Cercenan el duelo a tu lado
con su boca de cordura,
y viven del entierro
de tus miedos.
Se conforman,
con el salitre vacío
del fondo de tu copa,
y nunca habrá un abandono
en mi trono para pobres,
al raso de tu cocina.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Pequeñas y silenciosas grietas
Se han callado las heridas.
Recogeré todo aquello que olvidamos
entre las ropas esparcidas por la casa,
y mi corazón, haragán y descosido
como un botón de adolescente,
se librará del olvido,
huyendo de tu crater.
Este silencio me ha de cubrir,
como la niebla tapa el grito
caído al fondo de una sima.
Este silencio cerrará la gruta,
desdentada y muda,
donde viven los cuervos de tus sienes.
Ahora que el rumor se me apaga,
ya no recordarás mi mirada,
nos quedaremos desnudos
y enterrarás mi paisaje en tus oquedades.
Recogeré todo aquello que olvidamos
entre las ropas esparcidas por la casa,
y mi corazón, haragán y descosido
como un botón de adolescente,
se librará del olvido,
huyendo de tu crater.
Este silencio me ha de cubrir,
como la niebla tapa el grito
caído al fondo de una sima.
Este silencio cerrará la gruta,
desdentada y muda,
donde viven los cuervos de tus sienes.
Ahora que el rumor se me apaga,
ya no recordarás mi mirada,
nos quedaremos desnudos
y enterrarás mi paisaje en tus oquedades.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Recuerdo el frío
Arboles y arenas.
La mar muerde tu miedo,
recuerdo el frío,
y la nieve sobre algas,
deshielo de una lagrima
que se hizo caminante.
Presiento tu camisa
en un pliegue del albero,
medio enterrada,
a salvo de peces y de espuma.
¿Que sería de nosotros
si nos hacemos jirones
bajo las olas?
El cielo muerde tu vértigo,
recuerdo el frío,
y mi corteza con post-it,
repleto de plegarias
que me invadieron las ramas.
Presiento tu afonía
mendigando absoluciones,
medio curvada,
buscando más papeles amarillos.
¿Que sería de nosotros
si nos vendemos al sueño
por encima de los tallos?
Ni barcos ni nubes.
La mar muerde tu miedo,
recuerdo el frío,
y la nieve sobre algas,
deshielo de una lagrima
que se hizo caminante.
Presiento tu camisa
en un pliegue del albero,
medio enterrada,
a salvo de peces y de espuma.
¿Que sería de nosotros
si nos hacemos jirones
bajo las olas?
El cielo muerde tu vértigo,
recuerdo el frío,
y mi corteza con post-it,
repleto de plegarias
que me invadieron las ramas.
Presiento tu afonía
mendigando absoluciones,
medio curvada,
buscando más papeles amarillos.
¿Que sería de nosotros
si nos vendemos al sueño
por encima de los tallos?
Ni barcos ni nubes.
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