Este martes de espera,
soy el unicornio caído
en un cáliz de hojarasca.
Con los primeros fríos,
la timidez del otoño
mengua el verdor del músculo.
Han crecido las pupilas
al cobijo de tus labios.
Mi acequia se viste con velos,
para despojar a los gorriones,
del encharcado alimento
al fondo de sus cauces.
Eres quien me enseña,
que los hielos curan
la tibieza de una huella herida.
Que tus pies de barro,
libran a la mar
de sus vástagos enfermos.
Hoy se cubren de estatuas,
como estrellas muertas,
las doradas cordilleras.
Decorativas figuras,
de otoñocelana china,
tan frágiles y yermas.
Tiemblan la manos,
mientras inmóviles,
las margaritas hibernan
y no puedo preguntarlas
ni devolver a las miradas
la respuesta que esperan.
Este martes, casi Otoño,
delante de tu holograma
quiero ser brisa y verbo
y me pinto con sonrisas
bobaliconas, amarradas
a las praderas que amas.
Este tímido otoño,
destierro mis labios
a una primavera
que los deshiele,
con el certero calor
de su castigo de soles
soy el unicornio caído
en un cáliz de hojarasca.
Con los primeros fríos,
la timidez del otoño
mengua el verdor del músculo.
Han crecido las pupilas
al cobijo de tus labios.
Mi acequia se viste con velos,
para despojar a los gorriones,
del encharcado alimento
al fondo de sus cauces.
Eres quien me enseña,
que los hielos curan
la tibieza de una huella herida.
Que tus pies de barro,
libran a la mar
de sus vástagos enfermos.
Hoy se cubren de estatuas,
como estrellas muertas,
las doradas cordilleras.
Decorativas figuras,
de otoñocelana china,
tan frágiles y yermas.
Tiemblan la manos,
mientras inmóviles,
las margaritas hibernan
y no puedo preguntarlas
ni devolver a las miradas
la respuesta que esperan.
Este martes, casi Otoño,
delante de tu holograma
quiero ser brisa y verbo
y me pinto con sonrisas
bobaliconas, amarradas
a las praderas que amas.
Este tímido otoño,
destierro mis labios
a una primavera
que los deshiele,
con el certero calor
de su castigo de soles