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Hubo un tiempo
que acariciaba el aire
si venía tiznado de saliva
y la sangre de las piedras
fué el veneno de mis manos
para librar puñaladas.
Hubo un tiempo
que amaba con desprecio.
A veces te recuerdo
cuando era combatiente.
Profanaba cada noche
la claridad de tus ojos
y una luz en las aldeas
ardía bajo mis pasos.
Hubo un tiempo
que no rezaba en las derrotas.
Las fraguas no licuaron
lo que sobrevive de fiereza
entre mis piernas.
Y cubierto en celofanes
te mostraba las heridas
para beber de mi rastro.
Hubo un tiempo,
que aún luchaba en cada guerra.