miércoles, 20 de junio de 2012

Trovas y añoranzas


Cada nuevo dogma que dibuja tu mirada
siempre es menos doloroso
por saberme gaviota,
por sentir la fragilidad de un cielo
sin línea de horizonte.

Desde el balcón inhabitado,
quiero masticarte con mis alas,
no se usar cuchillos, ni mis dientes sabrían
arranacarte la bondad que escondes.
Solo tejerte en mis pestañas sin premura,
tan solo,
cocinarte a fuego lento
a fuego musgo,
a fuego rama.

No voy a regalar mi llanto a nadie,
a nadie le debo la boca horadada y confusa
lanzada sobre el cemento de las voces,
ni estas manos quebradas con herrumbre
como el cáncer sobre la piel yerma,
labrada con palabras que son balas
de polvora suicida.

Cada trozo de estaño
con que me he rociado el gesto
es la seda que gotea en mis venas
y exprimo cada gota, tumbado en una duda
si acaricio algún desastre en desbandada,
o si me dejo rodar por cada beso que te espera,
por besos musgo,
por besos rama.

Te disculpo cada dia porque sé
que cicatriza un deseo encallado
cuando escucho como se pierde tu grito
del alcance de mis labios
y cuando me sacudo el polvo de este mundo,
de este pequeño corral sin sueños
que no sabe de saliva estéril
ni de sangre enamorada.

No nací amor para ser cauto,
ni cobarde amor,
amor,
ni si quiera mártir.

Hoy crecen garras por mis piernas
y bolsas llenas de recuerdos
que escapan de mi garganta
hacia esta muchedumbre dormida
que no entiende de cantares,
de cantares musgo,
de cantares rama.

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