Es porque te quiero,
que me vierto dócil
y redimo el verso que selle
cada línea del tiempo
exento de pólvora.
Y decoro la ceguera
con impolutas caricias
y urgente la libro
del verbo que grite y cincele
la primera herida.
Y remiendo palabras
suicidas de acantilados,
que amaron en estallidos
y fundieron roca y besos
para sentirse vivas.
Y porque sé que sonríes,
cuando brota de mi mano
la epicúrea ortografía
de benévolas palomas
que pudieron ser dragones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario