martes, 31 de mayo de 2011

Andar sin ascuas


Una puerta me recuerda la rutina
con su codazo seco,
un sordo bramido tras mi espalda,
me empuja con tu huella de rescoldo
caminando de costado hacia la vida.

Amanece en su rumor,
el sencillo acontecer de la mañana
con olores a labriegos de baldíos.

Me disuelvo entre sus caras,
espejos de grises hieratismos.

Canto en el repique de esta danza,
y con un paso cambiado, me sonrío.
Yo te llevo escondida en una cesta
cubierta por cálidos rubíes.

Te quisiera hoy, tal como me quieres,
directa en el soplo de las sienes,
y diestra con el sable del cobijo.

Y me enderezas como al viento,
dibujando en mi vuelo algún susurro
si te busca el gorrión de mi mirada.

A veces si lo pienso en el recuerdo
en este rutinario espacio entre vacíos,
temo a la huída de tu mano tantas horas.

Es mi miedo.
Si pienso que tus brasas se me apagan
en mitad de la nada de un camino
y pierdo mi capacho con tus señas,
cantando en el regreso a tu ardentía.

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