miércoles, 15 de junio de 2011

Amaneceres estancados

Este acertijo es tan indigesto
como desayunar asteroides
mojados en el rocío estancado.
Duele cada despertar
que nos llueva con tu voz
y su reseco estiercol.

Fuiste un superviviente
con la piel de una serpiente calva.
Aprendiste a mover la cola
para un sigiloso amo,
(que no conocías)
pero no dejaste de maldecir tu camada.

Tu ceguera
nos robó siempre la sangre.
Estúpida invidencia
de aquel que quiere
abollar el viento con pedradas.

Alguien se esmeró
en regalarte un oficio,
si, un trabajo de juglar,
y te quedaste afónico
de tanto cantarnos que el mar
es un vientre con petróleo,
que cubre su piel de aceite
con mondas de patata.

Te convertiste en un perro
y olías sumiso cada culo,
cada meada esquina
de aquellos que nos mordieron.

Yo te llamaba tragafuegos
con cubiertos de hojalata,
cuando relamías el cuenco
con que se alimentaba
tu anoréxica neurona.

Te hiciste moroso en afectos,
nunca nos quisiste vestidos
con zapatillas de andar por casa.
Y seguiremos pagando esta deuda,
cada mañana que venga impregnada
con el olor de tu camisa.

lunes, 13 de junio de 2011

Tu impecable sonrisa

Se de ese hambre
que revolotea
junto a las mariposas
que viven en mi vientre.
Pero yo te seguiré amando.

Me escondo y espero
en un hueco de distancia,
mi silencio
y un enigma por tu rostro.

A veces,
rompo tu coraza de neblina
y destapo esa mirada
que vuela para otro lado
evitándome los ojos.

Se lo que siente el ser despojado
del único cabello
que le oculta
de sus manos tan vacías.
Yo me haré un traje con tu nada.

Si, merece la pena
fabricar sonidos
si son como tu voz descalza,
o como este miedo mío
a deshojarme el alma
entre palabras.

Volveré a buscar
un tropiezo en tu latido,
cuando bebas del poema
con mi jadeo en suspenso.

Y yo, también se de lo baldío,
de aquella siembra
que no recogerá nunca
cosecha alguna.
Aun así, yo siempre te seguiré sembrando.

Y en el próximo misterio
como debajo de una fuente,
me bañaré de nuevo
en tu impecable sonrisa.

sábado, 11 de junio de 2011

Tú, si que sabes hablar con Ella (La Musa)

"Para aquellos que tanto admiro, admirables seres perfectos, Musa hablantes iluminados que no son lámparas por los watios con que nos iluminan sino por los ampedos – perdón amperios- con que se proyectan. Para ellos y sus curativos proyectiles, tan bien digeridos y tan orgánicos.... hoy les brindo mi poema con todo el cariño del mundo. .........."

Y
tú,
si
que
sabes
hablar
con Ella,
con la Musa....................................
Que suerte la tuya escritor ilustrado,
no haces cola para hablar con tu Musa,
se te revela un solo instante, en el estrado.
Hoy, en el primer empuje de la amanecida,
has sido tocado por su mano y con su Don.
Corre, no se te manche el níveo pantalón.
Corre, corre, que ella ya llega enseguida.
Corre ya, galopa, que no vas a llegar
a su gloriosa cadena hacerla sonar.
Corre, que Ella viene sin medida.
Corre, que no se te pegue detrás.




“....Y sepan los hombres de buen corazón, que de entre todos ellos..... alguno yo conozco, cuya última gotita nunca empapa su pantalón (cae en pernera ajena)”

De un poeta comprometido con el planeta
AMÉN

jueves, 9 de junio de 2011

Hubo un tiempo


Hubo un tiempo
que acariciaba el aire
si venía tiznado de saliva
y la sangre de las piedras
fué el veneno de mis manos
para librar puñaladas.

Hubo un tiempo
que amaba con desprecio.

A veces te recuerdo
cuando era combatiente.
Profanaba cada noche
la claridad de tus ojos
y una luz en las aldeas
ardía bajo mis pasos.

Hubo un tiempo
que no rezaba en las derrotas.

Las fraguas no licuaron
lo que sobrevive de fiereza
entre mis piernas.
Y cubierto en celofanes
te mostraba las heridas
para beber de mi rastro.

Hubo un tiempo,
que aún luchaba en cada guerra.

miércoles, 8 de junio de 2011

Intempestades


El tiempo,
reminiscencia azul.
Helado con sabor agridulce.
Tan quebradizo,
que no despeina el flequillo del niño,
rectilíneo sobre su ceja.

Un amarre
que estira la pupila inerte y fría
hacia la esquina vacía de una mesa.
Y nunca camina,
sigue disfrutando el mismo plato
que compartimos entonces
y hoy devoro en esta soledad
que te brindo en una lágrima.
El mismo color.
El mismo aroma.
Y una silla vacía.

Lloran los mismos recuerdos
y alguno más
que voy sumando en una arqueta,
preñando la memoria
con un duelo recóndito y privado.

Tan íntimo,
que jamás se me escapa
de esta cárcel de sueños
donde estoy sepultado.
Nunca me abandona,
se va colgando en las costillas
y me hacina con diamantes y con rocas.

Todo lo que fué y aquello que se quedó en deseo
sobre la visagra de tus ojos.
El tiempo hoy me vence
en una esquina con penumbra,
requisado en mi mirada intempesta.