martes, 17 de mayo de 2011

Tan distinta y lejana


Me basta tan solo con sentirme
en el borde curvilíneo de tu pena
para palpar toda la inmensidad
del migratorio vuelo hacia la nada.

En la oscuridad de no tenerte
la lluvia te reclama en lo sencillo,
en la boca de un golpe de deseo
sin el estallido del verbo que lo ate.

Soy tan fiel a tu impresencia
que rearmo ya mis sienes
para detenerte en los sudores
que me brotan al galope del costado.

Se encarna en amapolas mi camisa
con los hilos dorados de tus ojos
y desangras serena la impaciencia
que consume tu tañido en mi oratorio.

Tan distinta en esta oscuridad,
sin el rumor de tu mar en mi ventana
y con la extrema vocación de este suspiro
a sumergirse en tu huracán y a regresarte.

Me vences durmiendo muy lejana
en el infértil alimento verdiseco,
como venció a mi pulso este poema
que sin saberte, nació en tu simetría
de vidrio emancipado y tan ajeno al resto.