lunes, 20 de febrero de 2012

Siempre que regresas

Algunas noches cuando regresas,
de nada sirven los brebajes de chamanes,
porque no hallo protección tras el escaparate
que revive el abrazo de dos inocentes.
Y cuanto menos deseo ser tu anfitrión
más araña una mano la hebilla de mis sienes.

Y vuelvo a dibujar tus huellas dactilares
sobre los arenales ocres de mi pecho
y te observo sobre el lecho que decoro
con virutas de antiguos atavíos.
Sigilosa, en la insonora habitación
donde el dedo marcial sobre unos labios
nos implora guardar silencio.

Regresas si no hay nubes ni estrellas,
porque alguien doblega los párpados
y cuando la puesta de sol es una agónica bombilla
que apenas parpadea en mi almohada.
Cuando cualquier luminiscencia
mana de la huída de tus ojos
y no brilla identidad bajo mi mueca.

Entonces caes de súbito en mis brazos,
y me veo lanzando otro puñado de tierra
sobre una sombra dormida,
y me escondo en la turba de la noche
corriendo hacia tus manos,
como esa polilla suicida que se refugia en la luz
para morir sin miedo.

martes, 7 de febrero de 2012

Bala-da de invierno

Tú elegiste mi asiento
en la clase turista,
y el destino de este viaje
hacia hexagonales plumas
de helada delicadeza.
Partenaire en la travesía
mientras no encuentres
la única palabra
que clame misionera,
la hoz de los trigales
y las espumas.

Palabra de basalto,
comienzos arquitectónicos
de regresos y partidas.
La que enseñe su quijada
si nos halla recitando
soliloquios tiránicos
y cobardicas:

"...Y lo mucho que me quieres,
y lo mucho que me pierdo,
lo mucho que te debo
y lo mucho que me dás..."

Palabra libertadora
que me señale polizón de guadaña,
fondo y retahíla en su intención
de morir vértice y arista del asfalto.
Y cambie mi butaca y mi ventana
si la detonas como última bala,
aquella que me invite en solitario,
a poner el rumbo hacia la antítesis
de tu camino.