domingo, 1 de abril de 2012

La mujer que habita mi tejado

Esa mujer que habita en mi tejado
ya no quiere bajar las escaleras,
ni viene a por mi sal, ni a por mi harina.
Tal vez ni se haya percatado
de mi postrado amor y compromiso.

¿Qué puedo hacer ahora?
Si de noche, da su voz a las estrellas.
Si las cóncavas baldosas de mi piso
sueñan ser la ambición de sus pisadas
y un húmedo remanso a sus goteras.
Si no atraca su barco en mi escombrera
y en el límite azul de mis pestañas
ya no atrapo marineros ni gaviotas.

¿Qué puedo hacer ahora?
Si un crepúsculo se amarra a mi cintura
y me duele su cuerpo en la azotea.
Si su nombre se empaña en los cristales
y la dulzura se quiebra en esta espera.
Si se tiñe de verde la inocencia
y en cada malograda bienvenida,
otro ángel muere debajo de sus suelas.