lunes, 21 de noviembre de 2011

Irremediables distancias

Admitamos el yugo de la orfandad,
y permitamos que la mar se frene en tus pulmones,
que no libere tempestades en mis manos inquietas.

Tres milímetros más en este juego de halcones
y se encharcarán de vértigo mis zapatos
en el delta extremo y llano
donde siembras ascuas con figuras marinas.

La locura no se escapa de mi cercado, ya lo sabes,
pero crece en tus frutales, en cuya genealogía
nadie alcanzó raíces, ni supo blasfemar
al otoñal silencio, la caída de sus hojas.

Me has encontrado
y mis pétalos se ven libres de la nieve,
en una espiral con el sabor de iniciáticas almendras
y hallas, sin vanidades,
la humanas formas de mi ocaso.

Rezumas el hedor de la savia indomable,
y de todos los torsos heridos por el látigo.

No se ha de juntar el maná
con nuestras táctiles voracidades;

- Pongo en tus manos el secreto de mi boca,
mi lluvia de letargos, la única voz que nadie escucha,
mi cuerpo entero y mi esquiva esperanza.
Nuestra locura, pende de este hilo que sostiene
a la débil mirada de dos bocas.